De acuerdo a las normas del Código Alimentario Argentino, los alimentos fortificados son productos suplementados en forma significativa en su contenido natural de nutrientes esenciales.
Deben aportar entre el 20 y el 100 por ciento de los requerimientos diarios recomendados para adultos y niños de más de cuatro años de edad, datos que deben indicarse en el rótulo del envase.
Generalmente se fortifican alimentos a los que se puede agregar valor nutricional con bajo costo adicional, como los panificados, cereales para desayunos, lácteos, galletitas y pastas. Ejemplos de alimentos fortificados son la leche con vitaminas A, D y calcio, y los copos de cereal con hierro y vitaminas del complejo B.
Las reglamentaciones argentinas no autorizan la fortificación de productos cárneos y derivados, helados, alimentos azucarados, bebidas fermentadas, bebidas analcohólicas o polvos para prepararlas (excepto las bebidas referidas que contengan jugo en su composición), aguas, aguas carbonatadas y aguas minerales, con o sin gas.