Trastorno que se manifiesta como adicción a tener un físico musculoso.
Aunque no se trata de un problema estrictamente alimentario, comparte con los desórdenes de la alimentación la preocupación patológica por el cuerpo y la distorsión del esquema corporal.
Quienes padecen vigorexia –generalmente hombres– dedican gran parte de sus días a modelar su cuerpo en el gimnasio, pesarse, hacer dietas, buscar los últimos químicos para formar músculo, mirarse al espejo, etc.
No cabe duda que en el desarrollo de este trastorno cuentan mucho los factores socioculturales (el culto al cuerpo, los cánones de belleza actuales, etc.). Pero es evidente que está relacionado con desequilibrios de diversos neurotransmisores del sistema nervioso central, más concretamente de la serotonina.
Los síntomas más notorios de vigorexia son mirarse constantemente en el espejo y aun así sentirse delgado, baja autoestima, aislamiento social, problemas laborales derivados, pesarse varias veces al día, y hacer comparaciones con otras personas que hacen físicoculturismo.
Asimismo, respecto de la alimentación, los síntomas de la vigorexia pueden ser seguir dietas bajas en grasas y ricas en hidratos de carbono y proteínas, para aumentar la masa muscular, alteraciones nutricionales, metabólicas, androgenización, deformaciones óseas y problemas articulares por hipertrofia y sobreesfuerzo.
La enfermedad deriva en un cuadro obsesivo compulsivo, que hace que el vigoréxico se sienta fracasado, abandone sus actividades y se encierre en un gimnasio día y noche.
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