Soledad, la epidemia de un mundo hiperconectado

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Relacionados a través de las redes, muchas personas atraviesan la soledad y su aislamiento aumenta el riesgo de enfermedades evitables


Aristóteles (384 – 322 a.C.) sostenía que el ser humano es un “animal social” por naturaleza, y que la interacción con los otros resulta imprescindible para su despliegue y desarrollo personal, social y cultural.

Unos 2300 años después, a pesar de los notables cambios tecnológicos en materia de comunicación virtual, su postulación no solo sigue siendo verídica sino que se revela como vital: la soledad puede ser el origen de enfermedades físicas y psíquicas y afecta tanto la calidad de nuestra vida como la cantidad de años que vivimos.

Lejos de considerar la salud como “ausencia de enfermedad”, desde la década del 40 la Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea que «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».

Este cambio de paradigma permitió incluir otros parámetros y aspectos de la vida marcando que la ausencia de patologías mentales (como cuadros de ansiedad, depresión o fobias) no era suficiente para determinar la buena salud psíquica de las personas.

En este contexto, diversos estudios revelaron que la soledad es un factor que, aunque suele pasar desapercibido como causa de enfermedad, realmente perjudica la salud física y mental de las personas que la experimentan.

Tanto es así que una prestigiosa publicación en The Economist planteó hace tiempo que “la soledad es un grave problema de salud pública”, en relación a los costos que demandaba en el sistema sanitario la atención de las afecciones que provocaba.

El doctor Vivek Murthy, consejero general en Sanidad de los Estados Unidos durante el gobierno de Barack Obama, estuvo a cargo de investigaciones en las que evaluó el impacto de la soledad. Así comprobó que detrás de muchas de las historias de violencia, depresión, ansiedad y adicciones, existía la soledad como patrón que se manifestaba de diversas maneras.

Para el experto, la incidencia de la soledad como causal o asociada a patologías diversas está por encima del 20 % en la población adulta. “Más que diabetes y tabaquismo, y no la atendemos”, sentenció.

Otras investigaciones confirman que la conexión humana está en el centro del bienestar y de la salud humana.

Simon Cole –del Centro de Psiconeuroinmunología de la Universidad de California, USA– afirmó: “Demostramos que el impacto biológico de la soledad se mete dentro de los procesos internos más básicos del organismo, en la actividad misma de nuestros genes. Nos topamos con que los cambios en la expresión de los genes dentro de las células relacionadas con el sistema inmune se vinculan de manera específica con la experiencia subjetiva que las personas tienen de su soledad. Y estas diferencias son independientes de otros factores de riesgo como el estado de salud, la edad, el peso o el uso de medicamentos. Los resultados no dependieron ni dependen de a cuánta gente conoce alguien, sino de a cuánta gente alguien siente cerca suyo en determinado momento”.

“Estar” solo o “sentirse” solo

Un nuevo informe de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina (NASEM) indica que más de una tercera parte de los adultos de 45 años o más se sienten solos, y se considera que casi una cuarta parte de los adultos de 65 años o más están socialmente aislados.

Los adultos mayores están en mayor riesgo de soledad y aislamiento social porque es más probable que enfrenten factores como vivir solos, perder familiares o amigos, tener enfermedades crónicas y pérdida auditiva.

La soledad significa sentirse solo independientemente de la cantidad de contactos sociales.

El aislamiento social es la falta de conexiones sociales y puede causar soledad en algunas personas, mientras que otras pueden sentirse solas sin estar socialmente aisladas.

La soledad es un sentimiento de aislamiento o desamparo que invade el ánimo de una persona, es o no acompañada, y que llega a generarle angustia y malestar profundo. Aunque puede ser circunstancial o pasajera, cuando persiste indica incomunicación y carencia de apoyo afectivo.

Riesgos de la soledad para la salud

Aunque es difícil medir el aislamiento social y la soledad de manera precisa, existe una fuerte evidencia de que muchos adultos de 50 años de edad o más están socialmente aislados o se sienten solos en maneras que ponen en riesgo su salud.

Los estudios recientes hallaron que:

  • El aislamiento social aumenta significativamente el riesgo de una persona de morir prematuramente por todas las causas, un riesgo que podría rivalizar con el del tabaquismo, la obesidad y la inactividad física.
  • El aislamiento social se asoció a un aumento de casi el 50 % del riesgo de demencia.
  • Las relaciones sociales escasas (caracterizadas por el aislamiento social o la soledad) se asociaron a un aumento del 29 % del riesgo de enfermedad cardiaca y a un aumento del 32 % del riesgo de accidente cerebrovascular.
  • La soledad se asoció a mayores tasas de depresión, ansiedad y suicidio.
  • La soledad en los pacientes con insuficiencia cardiaca se asoció a un riesgo de muerte casi 4 veces mayor, a un aumento del 68 % del riesgo de hospitalización y a un aumento del 57 % del riesgo de visitas a la sala de emergencias.

Otra investigación (L. Jaremka del Institute for Behavioral Medicine Research de la Universidad de Ohio, USA) demuestra que la soledad puede generar problemas de salud incluyendo diabetes, enfermedad coronaria, úlcera gástrica, trastornos intestinales, dolores de cabeza.

También artritis, hipertensión, enfermedades autoinmunes e, incluso, muerte prematura ya que genera la exagerada producción de proteínas proinflamatorias y el incremento de hormonas que dañan al sistema inmunológico y lo tornan vulnerable.

El Profesor John Cacioppo (Universidad de Chicago, USA) encontró que la soledad es un factor que incide en la mortalidad tanto como la pobreza, y además duplica el riesgo de síndrome metabólico y obesidad. 

El rol de las redes sociales

El famoso sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman (1925 – 2017), advirtió en sus últimos años acerca de los peligros de las redes sociales a las que consideraba un vector del mal-estar del individuo, responsables de la soledad. En una entrevista dijo: “Mark Zuckerberg ganó millones con su empresa fundada en nuestro miedo a la soledad”.

Al parecer, las redes sociales generan un espejismo a partir del cual muchos creen estar relacionados sin relacionarse. Así, en personas vulnerables, las redes propician un tipo de soledad acompañada por una ficción, una fantasía de relaciones humanas reales.

En consecuencia, aumenta cada vez más el número de personas que se sienten solas, aisladas e incomunicadas emocionalmente; algo paradójico si se tiene en cuenta la explosión de medios de comunicación que facilitan la interconexión entre los individuos.

La conexión humana genuina es indispensable para habitar el mundo de un modo saludable.

Lo cierto es que la necesidad básica humana de conexión social que reveló Aristóteles trescientos años antes de la era cristiana sigue siendo fundamental para la supervivencia y el bienestar.

Entonces, tener “contactos” en las redes no reemplaza la necesidad de tener amigos, familia, pareja…

Nos nutrimos de infinitas maneras (respiramos, comemos, nos movernos), pero la condición primordial es la conexión humana que nos relaciona con el medio que habitamos.

Por eso, los lazos humanos de calidad reducen los espacios de soledad, refuerzan el crecimiento personal, brindan apoyo emocional, nutren la autoestima, fortalecen la memoria emocional a través de los recuerdos y elevan el nivel de resiliencia en los momentos de dificultad.

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