Cada 11 de agosto se celebra este día en honor al nacimiento del doctor Pedro Escudero, maestro fundador de la primera carrera de nutrición del país. El doctor Alberto Cormillot se suma al homenaje y saluda a todos los que profesionales de la nutrición que trabajan a diario para mejorar la alimentación de los argentinos
Pedro Escudero nació en Buenos Aires el 11 de agosto en 1877. Cursó el secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires y en 1902 se recibió de médico en la Facultad de Ciencias Médicas con Medalla de Honor.
En la década del 30, tal como lo señala en su portal la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), “creó la primera carrera de nutrición, fundó el Instituto Municipal de la Nutrición (actual Escuela de Nutrición de la Universidad de Buenos Aires), la Escuela de Dietas y el Curso Superior de Médicos Dietólogos y presidió el primer Instituto de América Latina dedicado al estudio de enfermedades relacionadas con la nutrición”.
A lo largo de su extensa carrera fue, además, Jefe de Servicio del Hospital Rawson y Jefe de Sala del Hospital de Clínicas.
En 1941 fundó Instituto Nacional de la Nutrición y fue su director. Allí se convirtió en maestro y referente de generaciones de médicos argentinos y latinos, por lo que se lo considera el padre de la especialidad en Latinoamérica.
La creación del Instituto estuvo basada en sus profundos conocimientos médicos, biológicos, económicos y sociales y en su elevado sentido humanitario.
En 1945, gracias a su impulso, se creó la cátedra de Cocina Dietoterápica, y en 1954 fue uno de los fundadores de la Sociedad Argentina de Diabetes.
Falleció en Buenos Aires, el 23 de enero de 1963. En su honor, cada 11 de agosto se celebra el Día del Nutricionista; y la Sociedad Argentina de Diabetes otorga cada dos años el “Premio Pedro Escudero” al mejor trabajo de investigación.
A pesar de que sus lineamientos sirvieron para el desarrollo de planes similares a lo largo del continente, en 1955 el Instituto Nacional de Nutrición fue intervenido por el Gobierno Militar y, a partir de entonces, los nuevos directores que se sucedieron no pudieron devolverle su esplendor inicial. La inestabilidad política le quitó el apoyo necesario; la producción científica disminuyó significativamente y en 1969 el Instituto fue clausurado por el Ministerio de Salud Pública del que dependía.
Desde entonces falta una política de alimentación fuerte, mantenida en el tiempo y lo más consensuada posible. Remarco “posible” mucho más en este momento en el que conviven en nuestro país situaciones de hambre, malnutrición y obesidad.
Esta realidad es el resultado de décadas sin programas firmes, continuados, coordinados y evaluados. En consecuencia, nuestra población, en especial los niños, está muy expuesta a la publicidad y a la presencia de alimentos atractivos de bajo valor nutricional y alto nivel calórico que, en muchos casos, son de menor costo que los alimentos protectores: frutas, verduras, legumbres, granos integrales, lácteos, huevos y carnes magras.
Por supuesto, como ocurre en todas las enfermedades, los que más padecen el problema son los sectores con menos recursos. Incluso quienes reciben ayuda alimentaria lo hacen principalmente a través de alimentos ricos en harinas, azúcares y grasas; ayuda distribuida en las zonas más vulnerables, pero hasta donde yo conozco, con escaso seguimiento, evaluación del impacto y educación nutricional y culinaria.
El resultado pone a la malnutrición infantil como una de las amenazas más potentes a la salud pública del futuro.
El actual gobierno puso como primera prioridad la lucha contra el hambre. Una manera de fortalecerla y modificar la histórica falta de medidas en esta área es volver al modelo creado por Escudero: el Instituto Nacional de Nutrición. Desde allí se investigaba, educaba, asesoraba al gobierno y se divulgaban los nuevos conocimientos.
De recrearse este organismo, debería generar una política de alimentación independiente de los vaivenes gubernamentales, con una conformación transparente y la participación, con distinto peso, de todos los sectores vinculados: Salud, Acción Social, Educación, Producción, Transporte, CONICET, Universidades, sociedades científicas pertinentes, otros organismos del Estado, Cámaras e industrias de la alimentación y la bebida, entre otros actores.
El Instituto Nacional de Nutrición fue una inspiración para toda América Latina. Ya se sabe cómo hay que hacerlo. También se conocen los resultados de no tener una política de alimentación durante algo más de medio siglo: casi 7 de cada 10 argentinos tienen exceso de peso y hay altos porcentajes de hambre y desnutrición -cifras por ahora no actualizadas-.
Solo falta la decisión de convertirlo en realidad. Celebrar un nuevo Día del Nutricionista en honor a semejante figura magistral, debe ser una oportunidad para volver a pensar la vital importancia de esta refundación.
Ver también: Las 4 leyes de la alimentación del doctor Escudero.