A pesar de ser uno de los problemas de salud más visibles, la obesidad es constantemente invisibilizada. El lema del Día Mundial de la Obesidad (“Cambiar sistemas para vidas más saludables”) es parte de la lucha que llevamos adelante desde hace décadas y el sustento de un nuevo Proyecto de Ley que contemple lo que las Personas con Exceso de Peso necesitan: acceso total e inmediato al diagnóstico y tratamiento.
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La obesidad es uno de los parientes pobres de la medicina, con la salvedad de que es uno de los más visibles y, al mismo tiempo, el más invisibilizado.
En Argentina, más de 7 de cada 10 personas tienen problemas con su peso corporal, segunda causa de muerte prevenible después del tabaquismo.
Nuestra sociedad pasó de una alimentación basada en vegetales y carnes magras a una en la que predominan alimentos industrializados con porciones abundantes cargadas de grasas, sodio y azúcares que intoxican el sistema de regulación del peso.
A esto hay que sumar el hecho de que los alimentos más sanos son comparativamente más costosos que los menos convenientes y la contundente realidad del sedentarismo.
Este problema no se resuelve con el esfuerzo individual. La obesidad no es una cuestión de voluntad.
Parte de la solución es que la comida saludable sea accesible, económica y tenga un marketing apropiado y que las personas habiten un entorno amigable con el movimiento.
La Ley 26396 (Prevención y control de los trastornos alimentarios: 2008) propuso que el Estado impulse campañas de información en materia de alimentación y salud, brinde educación alimentaria, regule la alimentación que se ofrece en las escuelas y desarrolle estándares que garanticen la calidad nutricional de los alimentos en los planes alimentarios nacionales
Estos lineamientos casi no se pusieron en práctica en estos diecisiete años y, además, tienen el inconveniente de mezclar la obesidad con los trastornos alimentarios demostrando una visión parcial y desactualizada.
La obesidad es una enfermedad crónica, inflamatoria y metabólica de origen multicausal y está relacionada con más de doscientas enfermedades (comorbilidades), muchas de gravedad como la diabetes tipo 2, la enfermedad cardiovascular, la hipertensión, el accidente cerebrovascular -ACV- y algunos tipos de cáncer. Además, ocasiona importantes gastos médicos y disminuye la calidad de vida.
No hay obesidad sana. Cuando hay obesidad hay inflamación en el cerebro, el corazón, el hígado, los riñones, el corazón, el páncreas, los vasos sanguíneos y los músculos.
El 20 de noviembre de 2024 presentamos en la Comisión de Salud del Senado de la Nación el ‘Proyecto de Prevención, Tratamiento y Control de la obesidad en la República Argentina’.
Impulsada por el vicepresidente de la Comisión de Salud, el Senador Dr. Carlos Arce, y la Senadora Sonia Rojas Decut, participé en el desarrollo de esta iniciativa junto al Dr. Jorge Harraca y la Dra. Mónica Katz, con la colaboración de la Dra. Mariana Barrio, el Dr. Eduardo Babor y el Dr. Eduardo Carrozo.
La ley propone:
- La prevención: fortalecer programas educativos y de promoción de hábitos saludables desde la infancia.
- El tratamiento: garantizar el acceso a la atención médica integral, incluyendo tratamientos farmacológicos y quirúrgicos.
- El control: implementar estrategias de vigilancia y monitoreo de la obesidad para identificar tendencias y optimizar la respuesta.
En consonancia con el lema del Día Mundial de la Obesidad, sostenemos la necesidad de cambiar los sistemas para que la población disfrute de una vida más saludable.

La falta de una ley que garantice el acceso a los tratamientos adecuados y aborde también la prevención es una injusticia para los pacientes y perjudica a toda la sociedad.
Se requiere la participación del Estado y del sector privado para modificar gradualmente los aspectos que hacen de nuestra sociedad un entorno “tóxico” que favorece la obesidad; el compromiso de las industrias alimentaria y farmacéutica, de las asociaciones médicas, las universidades, los centros de formación profesional y también la concientización de las madres y los padres de familia.
Para ello, necesitamos una política fuerte, sostenida en el tiempo y consensuada.
Mientras en Argentina no se reconozca a la obesidad como una enfermedad crónica que requiere atención inmediata, muchísimas personas quedan relegadas y sin acceso a los tratamientos necesarios ya que los sistemas de salud continúan percibiéndola como una cuestión estética o superficial.
Solo la intervención mancomunada de esfuerzos permitirá luchar contra el sesgo antiobesidad que impide trabajar seriamente para visibilizarla como lo que realmente es: la principal causa de deterioro en la salud de las generaciones presentes y futuras.
Prof. Dr. Alberto Cormillot