En el Día Mundial de la Obesidad, el doctor Alberto Cormillot explica cómo funciona el adipostato, la central ubicada en el cerebro que regula nuestro peso máximo, y por qué mantener los logros en el tiempo requiere de perseverancia y acción
Cada 4 de marzo se celebra el Día Mundial de la Obesidad, una jornada organizada por la Federación Mundial de la Obesidad en colaboración con sus miembros mundiales, que reclama una respuesta conjunta e intersectorial a la crisis de la obesidad.
“Cambiando perspectivas. Hablemos de obesidad” es el lema de este año. Esta propuesta revela que el verdadero cambio nace de un reencuadre distinto, una nueva mirada; ya que en muchos casos el mismo problema varía según la perspectiva desde donde se lo encare.
Se calcula que, para 2035, 1.9 mil millones de personas convivirán con el exceso de peso y sus complicaciones. En Argentina, 1 de cada 7 personas tiene exceso, ya sea por sobrepeso u obesidad.
Los problemas con el peso corporal representan la cara visible de una enfermedad crónica caracterizada por un exceso de tejido adiposo -grasa- cuyas células, los adipocitos, pueden aumentar en tamaño y/o en número.
Este aumento es producido por un desequilibrio en el que el consumo de calorías excede el gasto de energía del organismo durante un tiempo prolongado.
El tejido adiposo es uno de los pocos tejidos que puede incrementar y disminuir su volumen de manera drástica tanto por crecimiento del tamaño como por la capacidad de reproducción de sus células.
Cada uno de nosotros nace con un peso que el cuerpo está fisiológicamente programado para alcanzar y luego defender.
Este “peso máximo” o “peso biológico” es regulado por una “central” que funciona en el cerebro (hipotálamo) que actúa como un termostato pero del peso -o más específicamente del tejido adiposo- por eso se llama adipostato.
El control cerebral del adipostato es automático y es el resultado de la coordinación de señales que interactúan con el estómago, los intestinos, el hígado, los músculos y la grasa a través de distintas sustancias, hormonas y neurotransmisores.
A diferencia del color de ojos con que nacemos, que no está condicionado por ningún factor externo, el adipostato está influido por el medio ambiente que nos rodea; especialmente por nuestra alimentación cuando tiene exceso de azúcares, sodio, grasas; ya sea en particular de algunos de estos elementos o una combinación de ellos; a través de preparaciones dulces, saladas o de ambas.
En las personas con exceso de peso, el adipostato está alterado, pero no roto. Es decir: tiene un punto de equilibrio diferente. Por eso hay personas con sobrepesos de 10, 30, 50, 100 kilos o más.
Una vez que queda definido el peso máximo, al llegar a este no se engordará más aunque se siga comiendo lo mismo, ya que el adipostato tratará de mantenerlo de por vida; es decir: el cuerpo hará todo lo posible por mantener esa cantidad de tejido adiposo.
Todos nacemos con este techo máximo al que no siempre se llega en el primer aumento de peso, sino que se puede alcanzar en aumentos sucesivos y generalmente se estabiliza entre los 50 y 60 años.
En la imagen que sigue, verás que con mi mano izquierda sostengo la manecilla del reloj que dice “Peso biológico”. Ese es el “peso máximo” que regula tu adipostato si convivís con sobrepeso u obesidad.
Ahora bien. Pongamos el caso de una persona cuyo peso normal es de 70 kilos. Empieza a comer de más, engorda y llega a 110 kilos. Ese es su “peso biológico”, el que el adipostato marcó como “máximo”.
Entonces esta persona empieza un tratamiento esperando llegar a su “peso decidido”; el peso que reúne todo lo que representan sus deseos.
Si volvés a mirar la foto verás que con mi mano derecha sostengo una bandita elástica que “tira” del peso decidido.
Mientras la persona esté atenta, haciendo los cambios necesarios y “tirando” hacia su peso decidido, podrá mantener sus logros. Si se descuida y vuelve a sus hábitos anteriores, el adipostato hará todo lo posible por llevarla a su peso máximo o biológico.
Por eso, cada vez que adelgaces y luego vuelvas a engordar, podés llegar hasta ese techo o cerca de él. Es lo que conocemos como reengorde.
Sabiendo esto, conviene revisar tus expectativas para encontrar el equilibrio entre el descenso razonable y los cambios que estás dispuesto a poner en marcha, ya que el 1% es adelgazar… el 99 % restante comienza en el momento de llegar a tu peso.
El reengorde es una tendencia, no un mandato. Y aunque esta tendencia es biológica (vino para quedarse), la buena noticia es que el aprendizaje y la repetición de conductas saludables te permitirán conquistar un nuevo estilo de vida gracias a la neuroplasticidad: capacidad cerebral para aprender cosas nuevas.
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