Aumentar la variedad de la alimentación infantil a veces es un verdadero desafío, en especial cuando se trata de hortalizas y pescados. Compartimos el posible origen de la neofobia y estrategias para implementar si tu hijo se niega a probar alimentos nuevos
En su libro La Alimentación Inteligente, el doctor Alberto Cormillot relata que «para la sociología de la alimentación nuestra época encarna la paradoja del omnívoro: heredamos la necesidad de ingerir regularmente alimentos variados (animales y plantas) que nos provean nutrientes variados.
Esta necesidad de supervivencia, en la época de Sapiens Jr. (especie a la que pertenecemos, el Homo Sapiens Sapiens), se tradujo evolutivamente en lo que hoy se conoce como neofilia: una tendencia natural e instintiva que nos impulsa a probar alimentos para diversificar nuestra dieta y adaptarnos a los cambios.
Su opuesto es la neofobia: miedo a lo desconocido por considerarlo potencialmente peligroso. Esta prudencia exagerada, para nuestros ancestros representaba un mecanismo de defensa desarrollado a edades tempranas para evitar probar alimentos que podrían ser letales.
Al trasladar estos vestigios evolutivos al mundo de la libertad alimentaria de nuestra época, donde la disponibilidad de alimentos es ’24/7′, nos enfrentamos a un doble desafío: por un lado, tenemos acceso permanente a diversidad de alimentos dando libre albedrío a nuestra neofilia; por el otro, seguimos conviviendo con esa ‘luz roja’ que la neofobia enciende en la infancia y que puede persistir en algunos adultos.
Entre los extremos de neofilia y neofobia estamos la mayoría de las personas. ¿Cómo lo hemos resuelto? Fuimos creando sistemas culinarios construidos por la disponibilidad, las creencias, los valores, las actitudes y las prácticas que se traducen en normas, hábitos y significados sociales que estructuran nuestra alimentación».
Cuando este miedo a los alimentos desconocidos se presenta en la infancia se la llama neofobia y se caracteriza por el rechazo por motivos de apariencia, sabor, olor, textura, marca, presentación o debido a experiencias negativas con la comida.
Si persiste, puede mantenerse durante toda su vida aumentando el riesgo de no recibir ciertos nutrientes importantes para su salud.
QUÉ HACER
Si el niño se niega a probar algo no lo obligues. El aprendizaje se consigue mediante la exposición repetida. Algunas recomendaciones son:
Otras ideas para incorporar comidas o alimentos que los chicos suelen rechazar, son:
- Servir el alimento varias veces. Progresivamente se acostumbrará al nuevo sabor. Recordá que mezclar los conocidos con otros desconocidos puede ser eficaz. Esta es la técnica del “camuflaje”.
- Servir a menudo hortalizas y frutas frescas y cocidas, legumbres, pescado, cereales integrales. Si las probaron una vez, no dejes de ofrecerlas. Cuanto más seguido, mayor la aceptación.
- Servirlas como primer plato, cuando los niños están con más hambre. Si se sirve todo junto el niño elegirá otros alimentos de su preferencia y se sentirá enseguida satisfecho.
- Cambiar la estructura de las comidas. Servir los cereales, las hortalizas y las frutas como alimentos principales y las carnes solo como acompañamiento.
- Ir al supermercado con el niño y permitirle que elija los vegetales frescos que más le interesan. Esto le dará un sentido a la participación y le resultará más placentero comerlos.
- Hacer purés con diferentes verduras. Procesarlas y agregarlas en platos a la cacerola, lasañas, canelones, salsas, sopas u otras preparaciones.
- Variar los colores y los modos de preparación y presentación:
- Hamburguesas o albóndigas caseras de pescado con zanahoria, morrón y cebolla picada.
- Salsas caseras con vegetales procesados.
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