Qué dicen los trabajos científicos al respecto y por qué es necesario consultar frente a la pérdida de audición (aunque sea leve)
En las últimas décadas se produjo un aumento de la esperanza de vida, con mayor proporción en los adultos mayores de 60 años.
Esto se acompaña de un incremento de enfermedades que afectan profundamente la calidad de vida de las personas y sus familias e impactan en los costos del sistema sanitario, siendo el envejecimiento el principal factor de riesgo.
La demencia es una de ellas. Incluye a un grupo de trastornos caracterizados por el deterioro de, al menos, dos funciones cerebrales: la memoria y la razón.
Los síntomas más frecuentes son olvidos, aptitudes sociales restringidas y un razonamiento limitado que interfiere progresivamente en las actividades diarias.
La demencia es una patología que ocasiona serias consecuencias potenciales tanto para quien la padece como para las personas de su entorno. Con el envejecimiento de la población, su prevalencia seguirá en aumento.
A pesar de su alta prevalencia, de acuerdo a un trabajo publicado en la revista Lancet, el 35 % del total de los factores de riesgo que influyen en su desarrollo son modificables: hipertensión, diabetes, obesidad, tabaquismo, sedentarismo, depresión y aislamiento social.
La prevención de todos estos trastornos consiste en mantener bajo control los factores de riesgo cardiovascular, realizar actividad física de manera regular, sostener una alimentación equilibrada y tener un buen sueño nocturno.
Sin embargo, existe otro factor de riesgo que impacta en la demencia: la disminución de la audición o hipoacusia.
Según los especialistas, la hipoacusia puede presentarse como consecuencia de algún trastorno del conducto auditivo externo (el más común, un tapón de cera), del oído medio (una otitis crónica) o en el oído interno (trauma acústico).
En el caso de los adultos mayores, se llama “presbiacusia” a la pérdida auditiva relacionada con el envejecimiento y se manifiesta como la disminución de la capacidad auditiva, a veces bilateral (ambos oídos) y a veces progresiva que impide escuchar bien, especialmente ante varios interlocutores y en un ambiente ruidoso.

Hipoacusia y deterioro cerebral
Los estudios demuestran que cuanto más estimulado está el cerebro, más vitalizado, ágil y activo se mantiene. Como la disminución de la audición implica una menor actividad de la región cerebral responsable de este sentido y, a su vez, es una función que pertenece y participa de una red neural más compleja, su actividad deficitaria puede terminar afectando los centros vinculados a la memoria.
Para los expertos, existen tres vínculos concretos:
- Contracción del cerebro: cuando la sección de «audición» del cerebro se vuelve inactiva, se produce una pérdida de tejido y cambios en la estructura del cerebro. Esto crea el primer vínculo entre la pérdida de audición y la demencia.
- Sobrecarga cerebral: un cerebro «abrumado» crea el segundo vínculo entre la pérdida auditiva y la demencia. Cuando es difícil escuchar, el cerebro debe trabajar horas extras solo para entender lo que dice la gente. Esforzarse por escuchar todo el día, todos los días, agota la energía mental de una persona y roba el poder cerebral necesario para otras funciones cruciales como recordar, pensar y actuar. Esto puede preparar aún más el escenario para el Alzheimer, la demencia y otros trastornos cognitivos.
- Aislamiento social: este es el tercer vínculo entre hipoacusia y demencia. La persona que escucha poco o mal tiende a aislarse. Un estudio realizado en Estados Unidos por el Consejo Nacional sobre el Envejecimiento (NCOA) sobre 2300 adultos con hipoacusia reveló que las personas con pérdida auditiva no tratada tienen más probabilidades de experimentar soledad, preocupación, depresión, ansiedad y paranoia, y es menos probable que se unan a eventos sociales organizados y casuales. Y cuando una persona se retira de la vida, su riesgo de demencia se intensifica.
Cuanto más estimulado está el cerebro, más ágil se mantiene. La hipoacusia aumenta el riesgo de deterioro cerebral; por eso es conveniente que un especialista revise la audición.
Estadísticas
Estudios recientes revelan, por ejemplo, que:
- los adultos con pérdida auditiva tienen un mayor riesgo de Alzheimer y otros trastornos cognitivos;
- el riesgo de demencia aumenta en quienes tienen una pérdida auditiva superior a 25 dB;
- el 36 % del riesgo de demencia se asoció con la pérdida de audición para los participantes del estudio mayores de 60 años
El riesgo de demencia aumenta a medida que empeora la pérdida auditiva de una persona:
- es doble en personas con discapacidad auditiva leve,
- es triple en aquellos con pérdida auditiva moderada,
- es quíntuple para quienes tienen hipoacusia severa.
Los estudios demuestran que los cerebros de las personas con pérdida auditiva se encogen o se atrofian más rápidamente que los cerebros de las personas con audición normal.

Consulta y audífonos
Numerosos estudios muestran que los audífonos no solo mejoran la audición de una persona, sino que también ayudan a:
- preservar la independencia, las capacidades mentales, la salud física y emocional,
- mejorar la vida laboral, doméstica y social de una persona,
- colaborar en el mantenimiento de un cerebro activo y reducir la velocidad del deterioro de la memoria,
- impactar positivamente en la calidad de vida de personas con Alzheimer que tienen pérdida auditiva.
Cuanto menos estimulemos nuestro cerebro al interactuar con otras personas, lugares y cosas, y cuanto menos usemos nuestro cerebro para oír y escuchar, más rápidamente nuestro cerebro decae, lo que nos pone en mayor riesgo de demencia.
La identificación y el tratamiento tempranos de una posible pérdida auditiva ayudan a minimizar los riesgos en el futuro. Consultar frente a las primeras señales de hipoacusia puede prevenir el deterioro cognitivo y retrasar la aparición del Alzheimer.
FUENTE: Hearing well to train your brain, Frank R. Lin y Sophia E. Kramer