Es la conclusión de un estudio de la Organización Panamericana de la Salud que destaca que la diferencia comienza a notarse a los 10 años y se vuelve muy evidente a partir de los 15. La mayor mortalidad de los varones respecto de las mujeres -que supera ampliamente la media mundial- está relacionada esencialmente con las conductas de riesgo que asumen al asimilar comportamientos machistas construidos socialmente
Uno de cada cinco hombres muere antes de los 50 años en América y su esperanza de vida es 5,8 años inferior a la de las las mujeres según un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) publicado recientemente. En el caso de las mujeres este porcentaje de fallecimientos (una de cada cinco) recién se alcanza cuando cumplen 60 años. Hoy la esperanza de vida de los varones del continente al nacer es de 74 años mientras que la de ellas está por llegar a los 80.
La expectativa de vida se mantiene favorable a las mujeres en todos los países del mundo por tradiciones culturales (los hombres participan más activamente de las guerras y realizan mayor cantidad de tareas de riesgo) y razones genéticas, pero la diferencia de sobrevida a nivel mundial promedia los 4,4 años, un cifra casi un 25% menor a la que exhibe América. Esto habla de mayores conductas de riesgo y menor autocuidado entre los varones de la región.
De acuerdo al estudio, estas cifras están relacionados con el hecho de que “los roles, normas y prácticas de género impuestos socialmente a los hombres refuerzan el abandono de su propia salud física y mental”,
El informe Masculinidades y salud en la Región de las Américas destaca que “las expectativas sociales de los hombres contribuyen a tasas más altas de suicidio, homicidio, adicciones y accidentes de tránsito, así como de enfermedades no transmisibles”.
Según la investigación, «muchas de las principales causas de muerte en las Américas, incluidas las enfermedades cardíacas, la violencia interpersonal y los siniestros viales, están directamente relacionados con comportamientos machistas construidos socialmente”.
«Existe una relación estrecha entre masculinidad y salud. Los roles, las normas y las prácticas impuestas socialmente a los hombres exigen o refuerzan su falta de autocuidado e incluso el descuido de su propia salud física y mental», afirman.
Los comportamientos comúnmente conocidos como masculinidad tóxica»conlleva riesgos para mujeres y niños, en forma de violencia, infecciones de transmisión sexual; riesgo para otros hombres, como accidentes u homicidios; y riesgo para uno mismo, en forma de suicidio, accidentes, alcoholismo y otras adicciones.
La brecha de género se refleja en problemas cotidianos específicos, como adoptar riesgos laborales o al volante, tener sexo sin protección, consumir alcohol de manera desmedida o no buscar ayuda ante trastornos emocionales.
Las diferencias en la mortalidad masculina y femenina comienzan a surgir alrededor de los 10 años, y aumentan rápidamente a partir de los 15 cuando predominan entre los hombres las causas violentas de muerte, como homicidios, accidentes y suicidios.
Hombres y mujeres mueren de manera similar por problemas respiratorios y diabetes. Pero hay importantes causas de muerte que se relacionan con cómo se ejerce la masculinidad: la violencia interpersonal (en la que sobresalen los homicidios, a razón de siete hombres por mujer), los traumatismos debidos al tránsito (tres por una) y la cirrosis hepática causada por el alcohol, que es dos veces más alta entre los hombres que entre las mujeres.
Los hombres mueren en el continente americano principalmente por enfermedades cardiacas, violencia interpersonal y traumatismos relacionados con el tránsito, pero otras causas de muerte surgen de manera predominante según la zona.
En el Caribe se destaca como causa de muerte el VIH/sida, mientras en el caso latinoamericano aparecen más la cirrosis hepática y la violencia interpersonal, y en América del Norte sobresalen la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, además del suicidio y los cánceres de próstata, colon y recto.
La discriminación por edad, el origen étnico, la pobreza, el estado laboral y la sexualidad agravan aún más estos resultados negativos para la salud de los hombres, apunta el informe.
La población LGBTI (lesbiana, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersexual), así como los afrodescendientes y los indígenas sufren mayores inequidades de salud que el resto de la población. Estos hombres mueren más y tienen una menor esperanza de vida.
El estudio subraya que este análisis de la salud masculina desde una perspectiva de género sería «impensable» sin el antecedente del feminismo y llama a «movilizar la voluntad política y los recursos necesarios» para contemplar las necesidades de los hombres y las mujeres.
«El término de género se ha asumido como sinónimo de ‘mujeres’. Las masculinidades se han invisibilizado o naturalizado, y las diferencias y las desigualdades entre ambos géneros y en cada uno de ellos no han llegado a abordarse», advierte.
Respecto a las acciones que se pueden llevar adelante para desalentar las masculinidades tóxicas, la Organización Panamericana de la Salud recomienda mejorar la difusión de datos, desarrollar políticas públicas y programas específicos de salud, eliminar barreras de acceso a la atención en salud mental, promover la educación relacionada con el autocuidado, capacitar a los trabajadores del sector y dirigir la prevención a niños y jóvenes.