Durante mucho tiempo se pensó que el cerebro era un órgano estático y que muchas de sus características heredadas eran inamovibles. Afortunadamente la neurociencia descubrió hace tiempo que todos podemos hacer cambios en nuestros circuitos cerebrales y armar nuevos circuitos que nos permitan aprender y cambiar, a cualquier edad
Del 13 al 19 de marzo se organiza la Semana Mundial de Concientización Cerebral, un evento que se realiza desde 1996 para compartir las maravillas de las neurociencias con la comunidad.
Para sumarnos a la propuesta elegimos brindarte información sobre la neuroplasticidad, una maravillosa capacidad que puede ayudarte a hacer los cambios necesarios para vivir más y mejores años.
CEREBRO: LA CENTRAL DEL CAMBIO
Las neuronas son células nerviosas ubicadas en el cerebro cuya función es procesar la información, transmitirla a otras neuronas e iniciar acciones específicas tanto en el cerebro como en el cuerpo.
Se comunican entre sí enviándose señales a través de pequeñísimas gotitas (neurotransmisores) que funcionan como mensajeros químicos. Esta comunicación se llama sinapsis y es el modo en que se realizan la mayoría de las funciones cerebrales.
Cada neurona tiene de 10 a 15 mil conexiones neuronales y, entre todas, conforman un circuito. Cada circuito es algo que conocemos o sabemos hacer.
Uno de los varios circuitos neuronales que posee nuestro cerebro regula áreas de funcionamiento entre las que se incluyen el amor, los estados de ánimo, el sexo, el sueño, la actividad física, el acto de comer y también el hambre, la saciedad y el peso.
A pesar de que antes se pensó que las características heredadas de nuestro cerebro eran inamovibles, la neurociencia descubrió que cuando voluntariamente hacemos algo novedoso, distinto y lo repetimos con perseverancia, armamos un nuevo circuito gracias a nuestra neuroplasticidad: capacidad natural del cerebro para crear nuevas conexiones y circuitos neuronales, a cualquier edad.
Ahora bien, la neuroplasticidad puede ser:
- NEGATIVA → Delinea las conductas que perpetúan, por ejemplo, los problemas con el peso corporal favoreciendo la adaptación a la gordura. Por eso las personas con sobrepeso llegan a tener molestias en todas las áreas de la vida, aunque no necesariamente las suficientes como para estar dispuestas a cambiar.
- POSITIVA → Es la capacidad de crear nuevos circuitos que colaboren en la conquista de un peso sano y reemplazar a los que perpetuaron la obesidad. Es decir: generar nuevas conexiones neuronales para alcanzar las metas.
DINÁMICA DEL CAMBIO
Aprovechar la neuroplasticidad positiva como motor para cambiar es posible porque la mayoría de los sistemas de nuestro cerebro son plásticos, es decir: cambian con la experiencia. Pero hay que enseñarles cómo hacerlo.
Para comenzar será necesario hacerlo conscientemente, a propósito. Eso ayudará a que nuestro cerebro dispare nuevas combinaciones de neuronas. Por ejemplo: si frente a la tentación solemos sucumbir, buscar un Plan “B” para evitar esa salida a la que nuestro cerebro está tan acostumbrado.
Si conseguimos «aflojar» esos circuitos que perpetuaron nuestros problemas con el peso y armamos nuevos circuitos que respondan efectivamente a nuestro objetivo, la tarea estará completa siempre que mantengamos la guardia en alto, porque los viejos circuitos siguen al acecho esperando una distracción para volver a nuestros antiguos hábitos engordantes ya que ambas neuroplasticidades (positiva y negativa) conviven en cada uno de nosotros.
Debido a esto, los programas de alimentación y movimiento deben estar acompañados por la construcción progresiva de reemplazo de esquemas mentales.
Esta tarea requiere gran parte de la atención consciente de la persona con sobrepeso para combatir las respuestas automáticas arraigadas por los años de repetición; en definitiva: desarmar su neuroplasticidad negativa.
Quizá te preguntes por qué, si es tan maravillosa la neuroplasticidad positiva, no cambiamos en todos los aspectos posibles.
La respuesta es simple: algunas personas no cambian porque suele ser más fácil y cómodo seguir en lo conocido, lo familiar. Eso muestra qué fuertes son los circuitos cerebrales que sostienen a la obesidad, escondidos detrás de la comodidad de dejarse tentar en lugar de poner en práctica una alternativa diferente.
El cuerpo incita, “pide”, y la persona con sobrepeso le da. Punto final al conflicto. Responde al “parloteo” interno y actúa en consecuencia, regresando a un estado más confortable que aquel que se presentaría si se levantara, cambiara de canal, optara por salir a caminar o, si tiene hambre, por comerse una fruta y listo.
Cambiar es incómodo, pero posible.
Para lograrlo es necesario reconocer las conductas más arraigadas, antiguas, y formalmente tomar la decisión de reemplazarlas por esquemas nuevos. Aunque el ejemplo gira en torno al peso corporal, esto sirve para cualquier hábito que disminuya la calidad de vida.
La repetición consciente y perseverante de nuevas respuestas que nos conduzcan a los resultados que deseamos es la clave para construir una fuerte conexión neurológica que nos permita alcanzar cualquier objetivo.
Fuente: Pasaporte para Vivir Mejor, doctor Alberto Cormillot; Publicaciones Saludables (2022)
VER TAMBIÉN → Entrenamiento cerebral: Ejercicios para una mente plena