Tomar agua durante el verano es un hábito que suele hacerse en forma constante porque «el cuerpo lo pide». Y aún cuando no sea así estamos en alerta por las altas temperaturas. Todo lo contrario sucede en invierno, cuando podemos de estar tomando menos líquido del que necesitamos para un buen funcionamiento de nuestro organismo
En invierno suele perderse la rutina de beber abundante líquido y pueden darse casos de deshidratación que tardan más tiempo en ser detectados. La sensación de frío, la ropa térmica y la humedad ambiente hacen que se provoque la ausencia de sed. Sin embargo, esto no implica que no se necesite el líquido, sino todo lo contrario: se requiere con la misma constancia: la hidratación en el cuerpo humano es fundamental para su funcionamiento. Y no solo hablamos de los deportistas, sino de los niños, jóvenes, adultos y especialmente adultos mayores.
Grupos de riesgo
Mujeres embarazadas y en lactancia: Durante la gestación se necesita beber más de lo habitual; dos terceras partes del peso ganado al final del embarazo son agua. Dentro de las recomendaciones nutricionales para este periodo, una de ellas es una adecuada ingesta de líquidos, a través de las bebidas y alimentos que componen la dieta. Esto facilita la eliminación de toxinas y la depuración del organismo. Su cuerpo está afectado de cambios hormonales que desequilibran la regulación térmica.
Niños: Presentan un sistema inmunológico menos formado y por tanto están más expuestos a sufrir afecciones y enfermedades. Una de las más frecuentes son las diarreas que, en muchas ocasiones, asocian una pérdida de líquidos y un aumento del riesgo de deshidratación. Del mismo modo, al contar con menos defensas, toleran peor los cambios de temperaturas. Al estar en fase de crecimiento y realizar un mayor gasto físico, al jugar, practicar deportes, estudias, los niños y adolescentes gastan más líquidos que necesitan reponer. Sin embargo, a pesar de la importancia de mantener un correcto equilibrio entre las entradas y salidas de líquido, presentan un mayor riesgo de deshidratación que los adultos, ya que su sentido de la sed aún no se ha desarrollado lo suficiente. Por eso, al no percibir esta sensación, son reacios a beber.
Ancianos: Con el tiempo, el mecanismo de regulación térmica se deteriora y disminuye la sensación de sed aún en pleno verano. Además, los mayores tienen el sistema inmunológico debilitado y presentan una mayor incidencia de otras enfermedades y un mayor consumo de fármacos. Cuando el aporte de líquido es insuficiente, disminuye el volumen de orina que eliminan sus riñones. Esto produce una acumulación de sustancias urinarias de desecho, que repercute en su salud. Todo ello hace que los ancianos sean especialmente susceptibles frente a la deshidratación, lo que, sobre todo en situaciones de calor, empeora otras enfermedades y causa muchas hospitalizaciones. Por tanto, los mayores deben ingerir líquido aunque no tengan sed con el fin de evitar la deshidratación y sus consecuencias.
Cuanto liquido debemos tomar
En situaciones normales, sin que se produzcan grandes pérdidas (por ejemplo, por sudoración excesiva) necesitamos beber al menos dos litros de líquido diarios. Esta cantidad la conseguimos a través de variedad de los alimentos y las bebidas. Alrededor de medio litro se obtiene de alimentos ricos en agua como frutas y verduras. El otro litro y medio nos lo pueden proporcionar 6 u 8 vasos de líquidos, que pueden ser, por ejemplo, agua, refrescos, jugos e infusiones sin azúcar ni alcohol. Porque está demostrado que la variedad hace más fácil beber lo suficiente y, por tanto, mantener una correcta hidratación. En invierno además se pueden incorporar sopas de hortalizas , caldos bajos en sodio.
Claves para una hidratación diaria correcta
- No esperar a sentir sed. La sed es el sistema que tiene nuestro cuerpo para avisarnos que ya comenzó el proceso de deshidratación.
- Tener siempre una botella de agua a mano. Llevarla en la mochila o en la cartera y tenerla al alcance en el trabajo, en la facultad y en casa.
- Hidratarse antes de salir a la calle. Adoptar el hábito de tomar agua cada vez que te vayas de tu casa, de tu trabajo o de cualquier establecimiento.
- Beber antes, durante y después de realizar actividad física. Para que nuestro cuerpo cuente con reservas de agua, lo mejor es ingerir entre 500 y 600 ml de agua una hora antes del ejercicio. Durante la actividad debemos reponer, de a pequeños sorbos, el líquido y los electrolitos que desaparecieron a través del sudor. Y después, también es imprescindible ingerir para compensar las pérdidas.
Tome conciencia al beber alcohol
Además de otras consecuencias para la salud, el alcohol aumenta la temperatura corporal y el riesgo de deshidratación. Además, puede tener un efecto diurético que hace que expulsemos más líquidos de los que tomamos.
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