El brote de COVID-19 generó un cambio disruptivo que transformó nuestro ambiente cotidiano al límite de volverlo amenazante al modificar nuestra realidad y alterar fuertemente la sensación de seguridad en las personas más vulnerables. Claves para transitar esta etapa sin complicaciones para la salud emocional
En enero del 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) designó el brote de COVID-2019 como una «emergencia de salud pública de interés internacional». Si bien se originó en China, ha tenido desde entonces alarmantes niveles de propagación en todo el mundo, motivo por el cual en marzo de este año la entidad lo declaró “pandemia”.
El 4 de marzo se identificó el primer caso de coronavirus en nuestro país. Dos semanas más tarde, el 20 de marzo, las autoridades nacionales establecieron el aislamiento social, preventivo y obligatorio (más conocido como “cuarentena”) como medida excepcional y con el fin de proteger la salud pública.
Desde entonces estamos viviendo una situación única y sin precedentes. Nada de lo que experimentamos se asemeja a nuestra “normalidad”. En consecuencia, tratamos de ajustar lo que está pasando a lo que creíamos que iba a ser nuestra vida en este momento. Sin embargo, la presencia del Covid-19 está cambiando nuestro estilo de vida de un modo que no pudimos anticipar y para el que nadie se encontraba preparado.
Cuarentena, aislamiento, abandono obligado de nuestras rutinas, imposibilidad de ver a nuestros seres queridos, hijos sin escuela, adultos sin trabajo o trabajando a distancia, estar en la primera línea como personal de salud, incertidumbre, miedo al contagio, crisis económica… las variables a manejar son múltiples y por ello hay un factor que no podemos ni debemos descuidar: la necesidad de proteger nuestra salud mental.
Como la frutilla del postre, a lo anterior es indispensable sumar la saturación de información, muchas veces de fuentes no confiables e incluso con datos falsos y a través de todos los soportes al alcance: Google, WhatsApp, diversos medios de comunicación, redes sociales, etc.
La consecuencia, especialmente en personas vulnerables, es el aumento de sensaciones de desamparo, ansiedad, angustia, desesperanza e impotencia a nivel individual y de incertidumbre a nivel colectivo.
Más estrés
El brote del COVID-19 puede ser estresante. Y si bien cada persona reacciona de manera diferente a las situaciones estresantes, el temor y la ansiedad acerca de una enfermedad pueden ser abrumadores y causar fuertes emociones.
La forma en que cada uno responda será diferente según los propios antecedentes, las características personales y la comunidad en la que vivamos.
Sin embargo, en líneas generales, los grupos más vulnerables al estrés, son:
• Las personas mayores y las personas con enfermedades crónicas, porque tienen un riesgo aumentado de padecer la gravedad de la infección si contraen COVID-19.
• Los niños y adolescentes que ven interrumpidas sus tareas habituales y muchas veces no tienen herramientas para enfrentar los cambios.
• Las personas que están ayudando a paliar la situación de emergencia: médicos y otros proveedores de atención sanitaria, o personal de respuesta a emergencias.
• Las personas que tienen trastornos mentales preexistentes. En estos casos resulta indispensable continuar el tratamiento previo en forma virtual o telefónica y estar atentos a los síntomas nuevos que aparezcan o al empeoramiento de los mismos.
• Las personas con problemas de consumo de alcohol o sustancias.
Reacciones esperables vs reacciones no esperables
Las reacciones esperables, son aquellas que corresponden a una respuesta adaptativa y nos muestran que el cuerpo y la mente están intentando acomodarse a la situación.
Las reacciones no esperables, es decir no adaptativas son aquellas que suelen empeorar las condiciones previas de una persona o generar nuevos desequilibrios atentando contra su bienestar.
Dentro de las reacciones esperables es posible ubicar:
• Temor y preocupación por su propia salud y la de sus seres queridos.
• Sentimientos de insensibilidad, incredulidad, ansiedad o miedo.
• Cambios en el apetito y en los niveles de energía y actividad.
• Dificultad para concentrarse.
• Dificultad para dormir o pesadillas y pensamientos e imágenes angustiantes.
• Reacciones físicas: dolores de cabeza, dolores corporales, problemas estomacales y sarpullidos.
• Empeoramiento de los problemas de salud crónicos.
• Enojo o temperamento explosivo.
• Aumento en el consumo de alcohol, tabaco u otras drogas.
Es importante pedir ayuda cuando…
- Los sentimientos o conductas mencionadas como reacciones esperables persisten de manera prolongada por varios días seguidos e impiden cumplir con las responsabilidades y actividades de la vida diaria generando un alto nivel de malestar emocional.
- La persona manifiesta sentirse abrumada con emociones como tristeza, depresión o ansiedad y siente el impulso de hacerse daño a sí misma o a otros.
Los psicólogos y otros proveedores de salud mental pueden ayudarlos a lidiar con el estrés extremo brindando herramientas constructivas para manejar la adversidad.
Ver también: Cómo cuidar las emociones durante la cuarentena extendida y 12 claves para recuperar la calma si se siente abrumado por la pandemia.
Asesoramiento: Equipo de Psicología Red Cormillot.